Llega el invierno. Espléndido dictado me dan las lentas hojas vestidas de silencio y amarillo. Soy un libro de nieve, una espaciosa mano, una pradera, un círculo que espera, pertenezco a la tierra y a su invierno. Creció el rumor del mundo en el follaje, ardió después el trigo constelado por flores rojas como quemaduras, luego llegó el otoño a establecer la escritura del vino: todo pasó, fue cielo pasajero la copa del estío, y se apagó la nube navegante. Yo esperé en el balcón tan enlutado, como ayer con las yedras de mi infancia, que la tierra extendiera sus alas en mi amor deshabitado. Yo supe que la rosa caería y el hueso del durazno transitorio volvería a dormir y a germinar: y me embriagué con la copa del aire hasta que todo el mar se hizo nocturno y el arrebol se convirtió en ceniza. La tierra vive ahora tranquilizando su interrogatorio, extendida la piel de su silencio. Yo vuelvo a ser ahora el taciturno que llegó de lejos envuelto en lluvia fría y en campanas: debo a la muerte pura de la tierra la voluntad de mis germinaciones.
No se acaba el canto de aquel que en vida entonó con desgarro y verdad... Su voz se sigue escuchando más acá y más allá de las cenizas que envuelven el alma.
El otoño separa las hojas que estuvieron juntas en el mismo árbol... Tal vez el viento favorezca su reencuentro...
Ana Belén: peces de ciudad
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio
Esta maravillosa mujer de la foto es la escritora Catherine François, además es la compañera y el amor, desde hace muchos años, de Santiago Auserón. Últimamente estoy muy interesada en su obra y ya tengo dos libros suyos pedidos en la librería: "la ciudad infinita" y "Caminos bajo el agua". El texto que dejo más abajo es un fragmento de su obra "Relatos", del titulado "El ladrón de anillos" (traducción: Santiago Auserón). Me gusta mucho cómo escribe, su alta capacidad de descripción y observación no meramente distante, sino también emotiva a la par que analítica. Poesía, filosofía y psicología se mezclan en su prosa. Para saber algo más de ella: aquí y también aquí
"Llegó al departamento de joyería con una curiosidad nueva, como si en el curso de una recepción hubiera pasado de una habitación en la que su atención se hubiera orientado, con la música de vals, exclusivamente hacia los perfumes, a otro salón donde no viera más que las joyas que saltaban sobre los escotes a ritmo de polka. Se paseó así ante los collares de perlas que pendían bajo las luminarias, parecidos a estolas mojadas que se han puesto a secar; ante los pendientes torneados en forma de nudo y de caracol, figuras retóricas de labios soldados por la erupción de metal dorado, o sencillas lágrimas vertidas de dos en dos por ojos de turquesa, de amatista, de ópalo. No iba a comprar nada, buscaba solamente un lugar en que detenerse, depositar su soledad y distraer al animal familiar, sentado sobre sus hombros, que imitaba sus gestos y sus miradas con una pereza natural e indolente. Mientras avanzaba con las manos en los bolsillos, un destello repentino surgió, proveniente de un estuche azul marino, neto y fugaz como un recuerdo espontáneo destacándose sobre el fondo de una memoria sombría. Se volvió a mirar y vio, al aproximarse, los anillos luciendo intermitentes. Los pequeños diamantes delicadamente encastrados en terciopelo de tacto brumoso parecían invitarle a inclinarse, a captar las emanaciones de su espera eterna y singular. Discretos y recogidos en su vestido cortado en fría blancura, dejaban entrever por arrebatos su intimidad centelleante de verde recién brotado, de confidencias violetas , de rojo ardiente que hacía palidecer el ojo. Cada resplandor era un ser frágil que el menor movimiento de cabeza hacía nacer o morir. Tomó un anillo y orientó el pequeño ojo de vidrio hacia la luz. Abismó su mirada en aquel espejismo de colores fantásticos que le cautivaba. Rompiendo la quietud de un mar transparente, el resplandor saltó como una nota luminosa y todas las voces en torno a él se apagaron. Cada vez que aparecía, el destello caía sobre una pequeña zona oscura escondida en su interior, y la hacía vibrar dolorosamente. El instante, primero ciego, era repentinamente atravesado y deslumbrado por un rayo de tiempo puro.
Su mano derecha, experta, elegía los anillos uno a uno y los pasaba a los dedos de la otra mano que esperaba las ofrendas tímida y complaciente. “Estoy fabricándome una mano”, se dijo, y una media sonrisa se esbozó en sus labios. Luego se despojó de sus anillos con el mismo cuidado que había puesto en adornarse con ellos, observando con disimulo a la dependienta y a las personas que se detenían ante el muestrario, sin que se pudiera decir si intentaba atraer las miradas o asegurarse de que no le vieran. Él mismo, en el curso de un duelo, no hubiera sabido distinguir el honor de la cobardía o de la simple argucia. En cada mirada que le dirigían veía el brillo frío y sostenido de una flecha metálica, sentía cómo su punta ardiente le penetraba el corazón y el calor coloreando sus mejillas. Era incapaz de bajar los ojos, su propia vergüenza le impedía huir. Se hacía entonces más pequeño y, disipado el resto de virtud humana, se hallaba a ras del suelo, luchando por mantenerse en vida en la inmensa trampa de la jungla. Mientras permanecía al acecho, la mano librada a sí misma palpó un anillo, se lo tragó como una boca y lo deslizó en el bolsillo. En aquel preciso momento, por uno de esos azares que contestan la inocencia de los cuentos, una mano se posó sobre su hombro.
Tenía guardado en el ordenador desde hacía tiempo el texto que dejo a continuación. Aplicable, por cierto, tanto a las crisis económicas, sociales, individuales o en relación con los demás:
No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es de la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.
ETIMOLOGÍA: CRISIS. La palabra crisis proviene del griego Krisis y este del verbo Krinein, que significa "separar" o "decidir". Crisis es algo que se rompe y porque se rompe hay que analizarlo. De allí el término crítica que significa análisis o estudio de algo para emitir un juicio, y de allí también criterio (razonamiento adecuado). La crisis por tanto ha de producir análisis y reflexión.
Y en Wikipedia: Crisis (del latín crisis, a su vez del griego κρίσις) es una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución; especialmente, la crisis de una estructura.
Los cambios críticos, aunque previsibles, tienen siempre algún grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad, pues si no serían meras reacciones automáticas como las físico-químicas. Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo traen consecuencias trascendentales, van más allá de una crisis y se pueden denominar revolución.
Estos días me refugio en mi alma, como un niño/a que sube al desván y abre el baúl donde guarda las cosas que más ama o, a escondidas, febril e ilusionado, se encamina al lugar secreto donde tiene oculta esa pequeña cajita de tesoros personales. Aute es uno de ellos, pocas sensibilidades como la suya siguen en el empeño, fieles a sí mismos, haciendo posible que estos no sean "malos tiempos para la lírica". Vuelvo a mí misma..., sin miedo a expresar todo lo que llevo dentro.
Aute: prefiero amar
PREFIERO AMAR.
Me dice el corazón
que no soy de este planeta,
que caí de algún cometa
fuera de circulación,
O acaso sea un clon
de algo así como un salvaje
que articula algún lenguaje
de una extraña dimensión.
Porque sucede...
que entre la fe y la felonía,
la herencia y la herejía,
la jaula y la jauría,
entre morir o matar
prefiero, amor, amar,
prefiero amar, prefiero amar,
prefiero amor, amar.
También pudiera ser
que me esté volviendo loco
porque me pegó el siroco
de la levedad del ser.
Y qué le voy a hacer
si me falla alguna pieza
por creer que la Belleza
no se rinde ante el poder.
Y así sucede...
Y puestos a elegir
entre el oro y el Parnaso,
yo me pido ser payaso,
mago, acróbata o faquir.
O acaso un elixir
con orgiásticas burbujas
o la bola de las brujas
donde sueña el porvenir.
Porque sucede...
Aute: alevosía
Aute: Volver a verte
Aute: me va la vida en ello
Silvio Rodríguez: me va la vida en ello
ME VA LA VIDA EN ELLO
Cierto que huí de los fastos y los oropeles
y que jamás puse en venta ninguna quimera
siempre evité ser un súbdito de los laureles
porque vivir era un vértigo y no una carrera,
pero quiero que me digas amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello,
dímelo, me va la vida en ello.
Cierto que no prescindí de ningún laberinto
que amenazara con un callejón sin salida
ante otro más de lo mismo, creyendo distinto,
porque vivir era búsqueda y no una guarida
pero quiero que me digas amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello,
dímelo, me va la vida en ello.
Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio
quise quemarla deprisa jugando con fuego
y me abrasé defendiendo mi propio criterio
porque vivir era más que unas reglas en juego
pero quiero que me digas amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello,
dímelo, me va la vida en ello.
Pero quiero que me digas amor, [quiero que me digas amor]
que no todo fue naufragar [que no todo fue naufragar por haberte]
por haber creído que amar [por haberte creido a ti]
era el verbo más bello, dímelo, me va la vida en ello. [dimelo]
Quiero que me digas amor, [que me digas amor]
que no todo fue naufragar [que no todo fue naufragar por amor]
por haber creído que amar [por haber creido que amar]
era el verbo más bello, dímelo, me va la vida en ello. [dimelo]
El ruido del avión, y el mundo se perdió, y todas las miradas se centraron en mi voz. Sabía que decir, aunque lo dijeras al revés, yo estaría sin dormir y las líneas de mi mano seguirían sin decir, que no se me pasó. Sólo fue que olvidé, que una parte en las cosas es pura y la otra sufrió una especie de crisis de angustia, que la devolvió sin querer dar la vuelta. Dije sí, lo noté, como todas las cosas se vuelven de plata. Y la luz se apagó, encendiendo a su vez una estrella que indica el lugar donde pierdes el sueño. Y logré que esta vez, los fantasmas pagaran la cuenta y yo tiro otra vez. Y ahora, yo sé lo que tengo que hacer, conseguirme otro par de zapatos.. De cuero y de cordón, de lágrimas y pan. Con todas las canciones que nunca llegué a tocar. Dónde se durmió, esa voz y ese lugar, se hace oír, aunque no llegó a sonar. Y las palabras no surgieron en el viento. Y es verdad que una vez yo también intenté conseguir lo que tú, y me encontré, rodeado de gente que no conocía y todos sabían mi nombre. Mi nombre es...ese que tú me has dado. Mi nombre es, ese que llama por ti. Tu nombre es ese que guarda mil horas. Y es verdad, que esta vez los fantasmas pagaron la cuenta y yo tiro otra vez. Y ahora, yo sé lo que tengo que hacer, conseguirme otro par de zapatos.. El ruido del avión.